Sector Sigma: capítulo VI



VI

CECIL

Cuando la agarro de la muñeca, me odio a mí mismo por lo que tengo que hacer a continuación. Pero lo hago igualmente. Porque no hay otra forma de escaparnos de esto.

Va a matarme. Dios mío, estoy seguro de que va a matarme. Estoy seguro de que ya quiere matarme, pero esto va a elevar su ira asesina hasta niveles completamente distintos.

En fin.

Deslizo los dedos índice y corazón con cuidado hasta el lugar donde sostiene su comunicador. Un golpe suave en la esquina inferior derecha de la pantalla despliega un pequeño teclado numérico. Introduzco los números: 05062031. Y se apaga.

Vale, ha sido más fácil de lo que pensaba.

Los cinco o seis segundos que tarda en darse cuenta los utilizo para ordenar mis pensamientos. Con esto no quiero decir que no estén ordenados habitualmente; de hecho, posiblemente no hay nada que me moleste más en el universo que la gente que no tiene las ideas claras. De las ideas desordenadas nace el desorden en todo lo demás. Hace ya años que mantengo (y, por supuesto, esto me ha metido en innumerables problemas) que si la gente dedicase unos pocos segundos a pararse a pensar en las cosas que les rodean de verdad pronto se darían cuenta de que es absurdo. Todo esto. Normas establecidas por altos gobernantes cuyos nombres no sabemos, ni sabremos jamás. El control de todas nuestras actividades. El alistamiento obligatorio en el Centro de Preparación de Soldados. El obligarnos a vestir con uniformes, como intentando suprimir cualquier pequeño atisbo de personalidad que pudiese proporcionarnos vestirnos como nos diese la gana. Todo. Absolutamente todo.

Y ahí viene el problema.

Esta chica. Iris. Esta chica, maldita sea, tiene las ideas más claras que he visto en mi vida. 

Y por eso soy incapaz de entender que crea en toda esta farsa en la que vivimos.

Con una rapidez digna de un ente sobrehumano, se libra de mi agarre y me inmoviliza contra la pared. Vale. Eso no me lo esperaba.

-Guau, qué velocidad. –murmuro. Creo que se ha enfadado más de lo que esperaba, y no estoy muy seguro de cómo voy a conseguir librarme de esta. Intento quitarle importancia al asunto con una broma, pero, maldita sea, no se me da nada bien.

      -¿Qué me has hecho? –pregunta ella. No la veo, pero sé que me está mirando fijamente. Por su tono de voz, no parece una de esas preguntas que se pueden esquivar fácilmente.

      -Por favor, dile a tu amigo que me disculpe, pero él no estaba invitado –contesto. Fingir seguridad es la única estrategia que se me ocurre–. Te agradecería que me soltases.

Obedece, y noto cómo la presión alrededor de mi brazo desaparece. Al parecer, obedecer es lo que mejor se le da.

     - Bien. Y ahora... Querías que te presentase a alguien, ¿no?

    -Ni hablar. No pienso ir a ningún lado contigo hasta que no me expliques qué acabas de hacer, y a dónde me llevas.

Por supuesto que con ella no podía ser tan fácil.

No tengo otro remedio que contárselo, claro. Pero es peligroso. Es peligroso para ella y para mí. Una parte de mí quiere explicarle todo lo que sé y lo que pretendo hacer; otra parte está completamente segura de que es una mala idea. Al fin y al cabo, ella no es de los míos. Ella forma parte de todo lo demás, de aquello que detesto y odio. Podría delatarme en tan solo unos segundos.

     -Si te lo explico, tienes que prometerme que no vas a contárselo a nadie. –Otra vez el tono de falsa seguridad. Ja. Como si no estuviese más confundido que nadie–. Prometer de verdad. Si no estás dispuesta a ello… Quizás yo no esté dispuesto a devolver tu Alma a su estado original. Piénsalo.

Cavila durante unos segundos. Casi puedo escucharla pensar. Casi puedo adivinar como está debatiéndose entre aceptar y saciar su curiosidad o irse de allí y denunciarme a las autoridades por insubordinado, o algo peor. Al final, baja la mirada antes de decir:

      -Está bien. Lo prometo.

Comienzo a hablar mientras caminamos. Aún no parece muy convencida, pero me sigue. Desato a Nadia de la correa que la une a mi muñeca y se la enseño a Iris.

      -Si utilizas el teclado numérico de la pantalla de inicio para introducir un código determinado… –Se lo muestro. Introduzco otra vez la misma combinación: 05062031. La pantalla parpadea levemente y después se apaga–. Puedes… ¿Apagar? Tu comunicador. La persona que me lo enseñó suele llamarlo “invisibilizar”. De este modo… No pueden usarlo para localizarte.

      -¿Y eso quiere decir…?

      -Que técnicamente, nadie sabe que no estamos en el CPS ahora mismo.

      -Oh. Entiendo. Así que…
-Mira, en realidad, y hasta donde yo sé, nadie presta demasiada atención a si asistes allí o no. Simplemente se limitan a comprobar que… No te encuentras en el lugar equivocado. Si no pueden localizarnos, porque somos “invisibles”…
- …no sabrán que no estamos allí en este momento.
      -Exacto. No funcionaría durante muchos días seguidos, de todos modos. Terminarían por darse cuenta de que no estás. Así no tienes que preocuparte por la mancha en su historial, y así yo no me siento culpable por haber provocado esto.

Durante los siguientes segundos no dice nada, como si estuviese tratando de encajar y asimilar la existencia de un fallo de sistema como ese. Presiento que lo próximo que va a preguntarme es cómo sé todo esto. Pero en realidad, lo que le interesa saber es:

      -¿Cuál es esa clave? ¿Te la sabes de memoria?

    - Cero, cinco, cero, seis, dos, cero, tres, uno –repito, casi sin pensar. No es que sea especialmente bueno memorizando cifras pero lo cierto es que le he dedicado gran cantidad de horas a aprenderme aquella, solo por si acaso. Nunca sabes cuándo puede serte útil.

      -¿Qué significa?

      -No tengo ni idea. Quizás son solo números aleatorios…

    - Cinco de junio de 2031. ¿Qué pasó el cinco de junio de 2031?

¿Una fecha? Nunca se me hubiese ocurrido.

      -No lo sé. Nunca me lo había planteado, para serte sincero.

    -¿Te cuestionas absolutamente todo lo que sucede a tu alrededor y no eres capaz de hacerte un par de preguntas sobre algo tan básico como eso?

     -Yo…

Es lista. Maldita sea. Sería todo mucho más fácil si no fuera tan lista. Hace unos minutos no tenía demasiado interés en pasar el resto de la mañana con ella, pero ahora mismo siento una infinita curiosidad por saber qué se le pasa por la cabeza.

      -Y el amigo que vas a presentarme, supongo, es el que te ha enseñado ese truco.

Asiento.

     - Si me permites, claro.

No dice nada, pero continúa caminando a mi lado, así que me lo tomo como una respuesta afirmativa. No tardamos mucho en llegar porque, por suerte, conozco bien la zona y me sé un par de atajos. Parece decidida, pero cuando llegamos a la parte más antigua del Sector, aquella en la que ya apenas vive gente, comienza a andar más cerca de mí, como si temiese que algo o alguien nos atacase.

Nos detenemos delante de la puerta metálica. Voy a llamar, pero antes tengo que advertir a Iris.

    -Va a intentar asustarte. Quizás haga muchas preguntas. No te alarmes, ¿vale? Todo tendrá sentido luego.

Paula

Compártelo en Google Plus
    Blogger Comment
    Facebook Comment

0 comentarios:

Publicar un comentario