Sector Sigma: capítulo IV



IV

CECIL

Dichosa lluvia… Dichoso Gobierno… Dichoso CPS… y dichosa ella, que me sigue y, ojo, que me está alcanzando. Creo que una de las pocas pruebas que hice verdaderamente mal durante la prueba fue la de velocidad y resistencia; menudo desastre. Pero más desastre será si dejo que esa chica (que, cómo no, viene sin paraguas) me alcance corriendo. Pero ella tiene las piernas largas y, seamos sinceros, me va a adelantar dentro de poco.

Así que, usando mi experiencia en engaños, espero hasta que casi llega a mi altura; viene por mi izquierda así que, como si no la hubiera visto, me cruzo hacia ese lado y, como tenía pensado, tropezamos y caemos.

-Perdón, perdón. Ha sido culpa mía. No te había visto –digo yo con fingida pena.

-Deberías tener más cuidado. Llego tarde, ¿sabes?

-Sí, sí que lo sé. Yo voy al mismo sitio.

Dos gritos nos interrumpen. La voz femenina de Nadia y una voz algo extraña masculina que sale del comunicador de la chica.

-¡¡CEEEECIIIIL!! ¡¡¡EL TELETRANSPORTADOR SALE EN UN MINUUUUTOOO!!!

-¡¡IIIRIIIIS!! ¡¡¡EL TELETRANSPORTADOR SALE EN UN MINUUUTOOO!!!

Mientras un ligero rubor surge en mi interior por lograr al fin saber el nombre de aquella chica, siento que me mira. No es la mirada que más me hubiera gustado de ella, la verdad; es una mirada de odio, de “por tu culpa se nos va a caer el pelo”. Y yo la miro a ella como “oh, vaya, ahora sí la he pifiado”.
Nos levantamos y corremos. Quizás es mi subconsciente, pero juraría que Iris, sin duda más rápida que yo, iba a mi paso… Cuando llegamos al conocido transportador e Iris pone la mano sobre la pantallita, un letrero nada agradable aparece en letras amarillas:

DESTINO: CPS
NO QUEDAN VIAJES
VUELVA MAÑANA

Menuda.

Putada.

Creo que es la primera palabra “no social” que me viene a la mente en muchos años. La mirada de odio de Iris me hace sentir no precisamente bien y tengo la sensación de que, si pudiera, me partiría la cara con el primer madero que encontrase.

Una de las cosas que nos dijeron el día anterior era que estaba prohibido ausentarse de clase en el CPS sin una causa justificada y que toda ausencia injustificada implicaba un juicio donde se nos podría condenar a reeducación durante un mes. También nos dijeron que “causa justificada” englobaba “enfermedad mortal”, “fallecimiento de un familiar cercano” o “muerte”. Y nosotros no tenemos una enfermedad mortal, no ha muerto ninguno de los nuestros y, claro, no estamos muertos… aunque eso podemos discutirlo porque, en serio, Iris debe tener las mismas ganas de matarme que las que tenéis vosotros de comeros una pizza recién salida del horno. Perdonadme, cuando me pongo nervioso pienso en comida.

-¡¡MIRA LO QUE HAS HECHO!!

-LO SIENTO ¿VALE? NO LO HE HECHO CON INTENCIÓN. -La verdad es que sólo quería tropezarme con ella, no jugarme el cuello con la reeducación.

-¿AHORA QUÉ HACEMOS?

-Eeeemmmm... –Recordé las palabras de mi padre: “Hijo, se gana más con miel que con hiel”-. Yo creo que, ya que se nos va a caer el pelo a los dos, podríamos intentar ser agradables el uno con el otro, ¿no?

Siempre recordaré el puñetazo que me dio. Sin duda, esta chica superó la prueba de fuerza sin problemas.
-Bueno -dijo Iris- supongo que tienes razón… No te tomes a mal el puñetazo, ¿vale? Es que lo necesitaba.
Y me sonrió… Ah, el puñetazo había valido la pena. Y empezamos a caminar bajo la lluvia en dirección a lo que más tarde conoceríamos como “Refugio” y desde donde, mano a mano, estamos escribiendo esta historia.

Sir Baskerville
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