La Puerta (II)


II
Entonces, una voz salió de entre los árboles más cercanos, y entonó unas extrañas palabras en un idioma que Marina no conocía. Repentinamente, una fuerza invisible la empujó contra un tronco. Sintió que se quedaba sin respiración, e inmediatamente después, notó un dolor lacerante en todas aquellas partes de su cuerpo que se habían transformado en madera. Chilló aterrorizada, sin saber lo que estaba pasando, pensando que tal vez acabaría en pocos segundos como el autómata de madera, que se hallaba tendido sobre la hierba, nada más que un armazón seco y podrido.

Sin embargo, súbitamente el dolor desapareció por completo. La fuerza que la aplastaba contra el tronco también se desvaneció, y  Marina, exhausta, se dejó resbalar por él hasta caer al suelo. Alguien la cogió detrás. Quiso resistirse, pero no pudo. Tan solo fue capaz de lanzar un pequeño gemido de protesta antes de desmayarse.

***

Marina se despertó poco a poco, notando cómo la luz se colaba entre las cortinas de su habitación. Sabía que había tenido un sueño muy extraño, aunque no lo recordaba. Estaba agotaba y los párpados le pesaban una barbaridad. De modo que decidió quedarse un rato más en la cama. Resultaba tan agradable remolonear mientras escuchaba el viento, los pájaros y el resto de sonidos del… ¿bosque?
Se incorporó tan repentinamente que la cabeza empezó a darle vueltas. Mirando a su alrededor constató que, definitivamente, no se estaba en su cuarto, de hecho, no se encontraban en ningún lugar de la Tierra, bastaba con fijarse en la gigante y mullida seta sobre la que estaba sentada, pero a pesar de ello, Marina sabía exactamente donde se hallaba: en el bosque de Alandor.

O tal vez tenía alucinaciones. Paradójicamente, eso tendría mucho más sentido.

De pronto empezó a ver figuras oscuras que se movían entre los árboles y murmuraban. Entonces apareció una mujer. Era alta e iba vestida con una larga túnica marrón. Tenía el pelo corto y ensortijado, negro como la noche, y los ojos de un inquietante color lila. Marina se lanzó a sus brazos.

-¡Ana!- exclamó. En efecto, aquella mujer no era otra que la hechicera a la que controlaba su amiga. Sin embargo, cuando ésta habló, Marina no reconoció su voz.

-Me llamo Shania. Y créeme cuando te digo que eso te conviene mucho más.- La mujer la miró con semblante serio, separándose lentamente de ella. Escuchando atentamente, Marina se dio cuenta de que sí había oído esa voz antes, aunque no sabía exactamente cuando, pero, aunque le llevó unos instantes, acabó por recordar que había sido la que pronunció aquellas extrañas palabras que la salvaron de los hombrecillos y que revirtieron su transformación, justo antes de perder el sentido.

Pero, ¿por qué lo había hecho? ¿Por qué la había salvado? ¿Acaso formaba parte de algún retorcido plan que ella no entendía? Marina se dijo que eso tampoco era muy difícil, dado que en esos momentos no comprendía absolutamente nada de lo que estaba pasando. Sin embargo, le resultaba difícil desconfiar de aquella mujer. Era cierto que, bien fuese por su altura, por su expresión o por el aura (Marina no sabía de que otra manera expresarlo) de poder que emanaba, Shania resultaba bastante intimidante, pero aun así no resultaba ni la mitad de siniestra que el hacha y la armadura ensangrentada del avatar de Maurice. Maurice… ¿dónde estaba él?

Sin poder evitarlo, Marina se desplomó de rodillas en el suelo y rompió a llorar.

-¿Qué está pasando?

Para su sorpresa, Shania se agachó junto a ella y relajó el rostro tenso hasta componer una sonrisa.  
    
-¿Sabes donde estás?-preguntó.

-Bueno,-empezó Marina, asombrada del efecto tranquilizador de la voz amable pero firme de la hechicera- esto es el escenario de un juego que…

-Ahí es donde te equivocas. Este mundo no es un mero elemento creado a medida de un juego, es el juego el que está hecho para aprovecharse de él. Pero todo esto-dijo, abarcando con un gesto del brazo todo el bosque que les rodeaba.- Existía mucho antes.

-Pero no puede ser… esto no… vosotros no sois… reales…-balbuceó Marina.

Enseguida se arrepintió de haber hablado, pues Shania se levantó de golpe y sus facciones se endurecieron de nuevo.

-¿Tú crees? Veamos.-dijo, chasqueando los dedos, y acto seguido apareció una daga en su mano. Se agachó de nuevo y continuó hablando, con un tono peligroso digno de la hoja que sostenía a tan solo unos centímetros del cuello de Marina.- Si no somos reales, si nada de esto es real, no te importará que te degolle ahora mismo, ¿verdad? Al fin y al cabo, esto no está sucediendo de verdad, ¿no?

Lentamente, Shania fue acercando la daga. Cuando Marina ya sentía que rozaba su piel, repentinamente se esfumó formando una voluta de humo. La hechicera se levantó resoplando.

-Ya veo. ¿Te das cuenta de que te contradices a ti misma? Lo ves, lo tocas, sabes que está ahí, y sin embargo, no lo crees. ¿Por qué? Por que tu lógica, tu “experiencia” te dice que no puede ser. Así que hace falta algo para declinar la balanza, ¿no? ¿No te parece curioso lo real que era todo esto cuando aquel guerrero te lanzó su hacha, cuando viste aproximarse a los orcos, o mientras eras atacada en el bosque? ¿Existía o no todo esto cuando mi daga rozaba tu cuello?

>>Lamento haber tenido que llegar a estos extremos.- se disculpó Shania.- Pero es de vital importancia que seas consciente de que esto es real. Que todos los que estamos aquí vivimos… y morimos… de verdad. ¿Lo entiendes?.-inquirió, tendiéndole una mano a Marina para ayudarla a levantarse.

-Lo intento. Y puedo aceptar que “tu mundo” exista realmente pero, ¿qué tiene que ver con él mío? ¿Cómo he llegado hasta aquí?

-Lamento no poder responder con claridad a esa pregunta. No sé mucho sobre eso que vosotros llamáis “ordenador” de modo que simplemente supongo que la impronta mágica de nuestro mundo interferiría de alguna manera y así se creó este famoso juego. Pero lo que sí sé es que, cada vez que, en tu mundo, una persona se conecta, otra en el mío pierde el control sobre su voluntad. Es completamente consciente de lo que pasa, pero no puede hacer nada por evitarlo; si vosotros “aceptáis una misión” vuestros avatares hemos de resignarnos a cumplirla, lo queramos o no, incluso si eso implica arrebatar la vida a un inocente… o perder la propia. Dime, Marina.- la joven ni siquiera se sorprendió de que Shania conociese su nombre.- si tu personaje muere en una batalla, ¿qué pasa?

-Bueno… técnicamente se acaba el juego, pero en realidad puedes continuar.

-Exacto. Si alguien aquí muere y aquel que lo controla reinicia la partida, entonces vuelve a la vida, podríamos decir que resulta hasta provechoso. Pero en la mayoría de los casos sucede lo contrario: Hombres, mujeres, ¡niños! Mueren como soldados de una guerra que no han escogido… Y nadie vuelve a empezar para ellos.

Marina la miró horrorizada. En un intento por justificarse, por justificar a la Tierra entera, balbuceó:

-Pero nosotros… Nosotros no sabíamos… ¿Cómo íbamos a saber…?

-¿Acaso vuestra ignorancia os exime de vuestros crímenes?-exclamó una voz.-¡Resucitáis a tiranos y asesináis inocentes!-Entonces apareció un joven entre los árboles. Era alto, aunque no tanto como Shania, delgado, con el pelo rubio oscuro muy revuelto y ojos color miel, que miraba a Marina con rabia.- Pero claro, vosotros no sabíais…

-Nalah. Ya basta.- ordenó Shania con firmeza.

-Dices que nosotros no somos reales. Pero este es nuestro mundo, no el tuyo. Si hay alguien que no es real, esa eres tú. No deberías estas aquí.

-¡Nalah! He dicho ya basta.-repitió Shania, esta vez con más firmeza.- No le hagas caso, Marina. Es buen chico, pero a veces olvida que no es imprescindible.

-¿Ah, no lo soy?-exclamó él.- Pues ya puedes buscarte a otro, porque estás loca si piensas que voy a acompañarla a ninguna parte. ¿Me oyes? ¡Loca!.-gritó, y acto seguido desapareció de nuevo entre los árboles.

-Ignórale.-le aconsejó Shania a Marina, contemplando impasible como Nalah se marchaba dándole patadas  con rabia a una piedra.- Ya se le pasará. Ahora tenemos cosas más importantes que hacer.
-Pero, ¿qué está pasando? ¿Qué tiene que ver todo lo que me has contado con Maurice y con el resto de los chicos desaparecidos?

-Verás. Hay un grupo de personas, entre las que se encuentra gente muy poderosa, sin duda, que está viajando a tu mundo. Pero sus cuerpos, bueno, los de todos nosotros, solo aguantan unos minutos allí. Por eso están secuestrando a los tuyos en masa. Planean realizarles un hechizo de posesión, en cuyo proceso morirán, para poder apoderarse de sus cuerpos. Con ellos serán capaces de volver a tu mundo… Y lo conquistarán.

-¡Pero eso es imposible!-exclamó Marina.- Tu no conoces mi mundo. Tenemos armas que vosotros no…

-Lo sé. Tenéis juguetitos brillantes que pueden matar a una persona sin que esta se entere si quiera lanzándole dardos de metal, y explosivos que pueden aniquilar ciudades enteras. Lo he visto.-replicó Shania, y una sombra de horros cruzó sus iris violáceos.

“Hiroshima y Nagasaki”-pensó Marina.

-Entonces, ¿cómo puedes dudar que seremos capaces de vencerles?

-Es cierto que poseéis armas terribles pero, ¿con qué os defenderéis de la magia?- Marina se mordió el labio, preocupada. No había pensado en eso.- Os invadirán y no podréis hacer nada al respecto. Y con vuestro mundo sometido, no les será difícil volver y hacer lo mismo aquí.

-Pero entonces, ¿qué puedo hacer yo?

-Bien, Marina, no voy a mentirte. Tu misión es muy peligrosa, pero depende de ti salvar estos dos mundos. Tienes que dejar que te capturen y te encierren con el resto de prisioneros humanos. Entonces les darás esto.-dijo, sacando de entre los pliegues de su túnica dos piedras del tamaño de un puño y de colores cambiantes.- Son piedras Ima. Una de ellas está vinculada a mí, a este lugar, con ella, podrán teletransportarse hasta aquí.

-¿Y la otra?.-inquirió Marina.

-La otra te la quedarás tú. No te marcharás con el resto de prisioneros. Si bien una de las piedras está vinculada a mí, la otra lo está a ti. Necesitamos que te quedes en la celda, con la piedra, y cuando los demás estén a salvo, nosotros nos teletransportaremos hasta donde tú estés. Así conseguiremos infiltrarnos en la base enemiga. Ellos poseen la única llave de la Puerta hacia tu mundo. Debemos robársela para devolveros a casa y después, será destruida. 


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1 comentarios:

  1. Me he leído un trocito, cuando tenga mi caramelo de fresa seguiré. ;)

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